Wednesday, November 09, 2005

KYRIE

Veo a los hombres como sombras de sí mismos. Reflejos pálidos de lo que pensaron y ser acabaron siendo. Arrastran sus frustaciones como un pesado fardo, como jorobados ausentes de la pesada carga a sus espaldas, siempre a las espaldas, para no verse a sí mismos. Arrastran con cualquier signo de dulzura, pretender destrozar como un ave del Averno los vestigios de una entrega. Pululan por el mundo despreciando los hechos consumados, las disposiciones de los corazones humildes, la chispa de un genio o la creatividad espontánea de un inocente puro. Este mundo es un testigo de los ejércitos invasores de amargados que arrastran el corazón oxidado por el desengaño primigenio. Mirad a los ojos ajenos: decidme dónde campea una mirada limpia. Contad con vuestras manos agrietadas por la vida dónde se encuentra una llama viva, un acto de coraje, una mano tendida que no acabe transformándose en garra. El cielo, con sus sustancias infinitas y su transparente materia, es testigo de los hombres como una tragedia sin fin cuyo telón nunca se cierra. Oíd las trompetas de un apocalipsis cercano y desenterrad vuestra sonrisa, pues del paraíso perdido nos queda la llama, el ardor, el fuego y la palabra.

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