Sunday, March 04, 2007

Emiliana

Cuando miro a Emiliana me imagino a una mujer lánguida y sanguínea del Modernismo catalán. Ciertamente posee rasgos perfilados: unos labios rectos, apenas sugerentes; unos ojos escrutadores y vivos sin expresión sensual; un pelo sin la gloria de esa clase de belleza sexual que desprenden las coletas recogidas o los mechones oscuros de las mujeres raciales. Hay que mirar su expresión inteligente, su castellano de dicción perfecta, sus tacones caros y su ironía masculina para empezar a desearla en silencio. No en vano, así comencé a enamorarme de ella cuando acudíamos a la exposición de Klimt con sus mujeres de descarados coños abiertos y sus trazos espermáticos de tinta sexual y prolífica. Era agosto y nos saludamos educadamente como dos buenos amigos a la entrada. Ni siquiera un perfume anodino; apenas una chispa de cordialidad abierta: era la Emiliana de siempre, correcta, inquieta, comedida y aquejada casi siempre de una desgana vital por todas las pasiones del mundo:

-Manuel, tanto tiempo sin vernos.

La primera mujer de Klimt era una prostituta desnuda, tumbada en escorzo. Parecía estar rendida después de un copioso encuentro sexual porque sus piernas estaban abiertas, extenuada sobre una vagina crispada. Emiliana, con toda natural afirmó que

-Klimt suele pintar a las modelos con los pubis muy marcados

Pubis, pubis, pubis... resonaba contantemente en mi cabeza esa palabra que la revelaba comedida y discreta. Por un momento la imaginé desnuda sobre mi cama y me pregunté qué palabras utilizaría para hablar sobre mi cuerpo o mi ímpetu por penetrarla: ¿hablaría de mi polla o simplemente requeriría mi sexo o mi pene? Bajo su estatuaria rigidez ¿follaríamos o haríamos el amor? No la imaginaba desmelenada ni agresiva, pero al mismo tiempo, mientras el lienzo Las tres edades de la vida se desplegaba fatal y existencial, con los cuerpos retorcidos en sinuosas figuras equilibristas, me la imaginaba burguesa y aristocrática sobre mis acometidas, configurando una morbosa rigidez que me estimularía aún más a sacarle finalmente un gesto que le hiciera perder la compostura y la mostrara salvajemente humana. O quizás esa misma ausencia permanente de expresiones no comedidas constituyeran, en el fondo, su íntimo atractivo.

Nuestra comunicación era austera. Un fíjate en este detalle; un observa los trazos finos; una expresión del tipo cómo es posible que se pueda mostrar tan genialmente este gesto de desolación con un simple lapiz. Palabras extrañas, que de no haber sido emitidas no habrían añadido nada nuevo. Ninguna broma permitida, ni siquiera una alusión más o menos encubierta a que los 100 lienzos a carbón, sanguina y carboncillo rezumando una sexualidad que iba contaminando la sala de exposiciones hasta hacer el aire irrespirable.

-¿Te gusta esa mujer?
-No sé Emiliana, la veo tan fría
-Ay Manuel, Manuel, qué poco sabes de las mujeres que parecen frías.

Transcurrida una hora, nos sentamos en esos bancos de diseño que se colocan en las exposiciones para permitir un receso. Tosíó un poco y volvió su cara hacia mí. Su sonrisa de pronto adquirió color y sus ojos comenzaron a mutarse en una metamorfosis de mirada cálida

-Manuel, bésame por favor

Besarla era como morder una cereza fresca. Sus manos de piel clara y uñas cuidadas acariciaban mi cabeza en movimientos orientales. Me abrazó como si mi cuerpo sentado fuese un molde exacto del suyo escueto, manierista, comedido.

Aquella noche Emiliana y yo dormimos juntos. No sabrás nunca qué palabras empleó ni qué actitud acabó por sorprenderme cuando su cuerpo fundió su piel con el mío. Para que nunca lo sepas, convenimos en expresar una sentencia neutral: entre amarnos juntos (demasiado cursi), acostarnos juntos (demasiado vulgar) y dormir juntos, elegimos la última, para que así, por lo menos, la ambiguedad del término pueda disparar tu imaginación.

3 Comments:

Blogger Cati said...

Me ha encantado, es sublime.
Un beso.

1:35 AM  
Blogger Los viajes de Gawi said...

El Klimt este era un golfo..pero vamos hombre..ande se ha visto esto, que poca vergüenza, ahí en el museo, con la Emiliana Flög esa haciendo posturitas , con esos vestidos y maneras vanguardistas . Fauno, sátiro, qué va a decir Sigmund de ti.
C´est une liaison dangereuse mon ami, très dangereuse.

Una sonrisita

4:06 PM  
Blogger sofí said...

hola: si se me permite decir algo, te diré ante todo que me alegro por ti y que espero sigas escribiendo muchos otros relatos. Como una vez te dije, tienes alma de escritor.

Una vez alguien me dijo: "El humano no conoce el sufrimiento hasta que no lo padece". Que cierto. Lo siento aunque no sea suficiente.

Una sonrisa.

9:36 AM  

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