Sunday, January 08, 2006

Pere Lachaise

París. 29 de diciembre de 2005. Para Gawi.

Observo mi figura delgada en los espejos de las tiendas de partituras. El severo extranjero caminando por las calles empedradas, buscando su propio cortejo de sombras. Los pasos medidos; el estudiado gesto de hombre que aspira a ser alguien. Todo contribuye, en esa espesa niebla que acompaña, a crear una estatua viviente en un pedestal de aire. Miradle, se hace llamar existencialista. En el fondo, es un español sin sombra y sin recuerdos.

Hoy me encontraré con mi rosario de sombras en el cementerio parisino de Pere Lachaise. Apenas ha amanecido y sobrepaso los umbrales silenciosos de las piedras nobles, repletas de avenidas pavimentadas donde se erigen cenotafios y lápidas elegantes. La niebla engrandece el escenario. Los pájaros emiten sus cantos cruelmente, como presagios vivientes. Oigo el crepitar de mis pasos y el rumor ajeno de los otros locos que buscan como yo algún muerto ilustre. Hay pabellones funerarios cuyas puertas han sido abiertas por la fuerza del tiempo, y entonces se vislumbra algún reclinatorio carcomido, sostenido como por milagro en pié, invitando a una oración o a un último memento. Las piedras del suelo, las semillas de los sauces. Sopla un frío viento, anticipo del escenario desplegado de la vida ausente; los ojos me lloran de frío y de emoción sin calor. Mi sombrero de ala ancha; mi largo abrigo de paño oscuro. Mi rostro de hombre del Sur de frente arrugada y gesto duro que coteja los nombres anónimos de las tumbas, las lápidas de letras doradas, las inscripciones en alfabetos ilegibles, las flores en los mármoles. Avanzo, le busco. Aparece en una elevación del camposanto, presidiendo la perspectiva desoladora de las cruces y las urnas de piedra, océano de huesos secos y flores podridas. El frío cala el tuétano y enmudece las manos. Un mármol negro, perforado delicadamente por gubíes de oro dibuja el nombre de

MARCEL PROUST

Toco el granito helado y beso la cabellera de la augusta cobertura. En silencio, mirando la superficie pulida, le imagino mirando por los cristales, con un crisantemo en el ojal y el cabello partido en dos a la moda. Una última plegaria; mi sombrero en el pecho. Dame, viejo amigo, el vigor necesario para una vida basada en las palabras.

Cuando abandono el cementerio, hay algo de mí mismo enterrado en esa arena sagrada.

En el arco de la portada alguien vende planos con la ubicación de los muertos ilustres: quién tuviera una espada flamígera para expulsaros, mercaderes del mundo, del templo de los muertos.

1 Comments:

Blogger Mar Ruiz said...

Mon dieu !! Et toi cheri? qu´est ce que tu fais avec le morts?
Pero vamos a ver bonito...tú no te ibas de "cancaneo".
Gracias
:o)
Felices Días

1:29 PM  

Post a Comment

<< Home